Andreees…

Mi hermana se queja de que dos amigas suyas están viajando por el mundo sin decirle nada, aunque, reconoce, cuando se lo digo, que una de ellas le cae mal. Yo me voy a mudar de casa y planeo los cuadros que voy a poner en una habitación. Hay tres niñas rubias, muy parecidas, las saludo diciéndoles que son la una igual que la otra. Mi padre, que está presente, me regaña porque cree que lo que he hecho es poco respetuoso.

Elegir los cuadros de una habitación es un asunto espinoso que se puede llevar a cabo de muchas formas distintas. Una de ellas es dejar que lo decida otro. Que otro decida los colores, las formas, los estilos y artistas. También puedo optar, claro, por no poner cuadros, o ir a El Corte Inglés y escoger los que más me gusten. Quiero que el adorno, la decoración, sea un proceso orgánico, natural, fractal y progresivo. No quiero forzarlo. ¿Por qué me cuesta tanto dejar que las cosas crezcan a su propio ritmo?

Enfadarse por no poder tener algo que no quieres tener. Es tan humano. Me ha pasado muchas veces. Cuando no sé qué es lo que quiero, es inevitable caer en esto.

Hacer una observación sobre algo obvio no sé si es respetuoso, pero uno se queda en la superficialidad, en lo que ve todo el mundo, y así puede pasar tranquilamente a otra cosa. Tres niñas aparentemente idénticas serán todas muy distintas la una de la otra, pero para saber eso uno tiene que detenerse a preguntar e interesarse. No siempre uno está por la labor y a veces prefiere sacar la apisonadora.

En resumen, para saber lo que quiero tengo que detenerme, escuchar y observar. Solo así se permite que las cosas sucedan.

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Pasarla bien